El profesor Alvaro Aragón impartira la charla este viernes en Barrena a las 19:00 h.

Este viernes, 13 de abril, a partir de las 7 de la tarde el historiador Alvaro Aragon, impartirá en Barrena Kultur Etxea una charla en euskara con el título “Enirio-Aralar Batasuna”, charla organizada por el departamento de Cultura del Ayuntamiento de Ordizia, en colaboración con la Asociación de Historiadores de Gipuzkoa “Miguel de Aranburu”, dentro de las actividades del 750 aniversario de Ordizia.

Desde que entre 1409 y 1412 los montes de Enirio y Aralar pasasen a manos de las Uniones de Bozue Mayor o de Amezketa y Menor o de Villafranca, esos espacios y su aprovechamiento se convirtieron en un patrimonio esencial para las comunidades que vivían en su entorno. Pero al mismo tiempo, surgieron fricciones y diferencias en torno a su aprovechamiento, tanto entre los propios miembros de la Unión o Mancomunidad de Enirio y Aralar, como con aquellas comunidades que, no formando parte de dicha unión, necesitaban de sus recursos forestales y ganaderos. A partir del siglo XVIII la explotación de estos montes se acentuó, dando lugar a una explotación “intensiva” e “industrial”, que ahondó las diferencias entre los miembros de la Unión, lo cual llevaría a importantes fricciones durante el siglo XIX y al enfrentamiento entre las visiones liberales y las comunitarias, que llevaron a la Unión a su práctica ruptura. A pesar de esos embates y dificultades, la Unión de Enirio-Aralar ha sabido sobrevivir hasta la actualidad.

Hasta el siglo XVIII los bosques de Enirio-Aralar no sufrirán una explotación intensiva. Hasta entonces los habitantes de la Unión  solamente sacaban la madera que necesitaban, casi sin explotación industrial. En el siglo XVIII, en cambio, cuando los robledales bajos se agotaron, las hayas de Enirio Aralar se empezaron a explotar para hacer carbón, para hacer barcos o  cajones para armas. Sobre todo, las ferrerías de los alrededores serán las que necesitarán esa madera. En cualquier caso, en el siglo XVIII también se desarrolla una industria del remo fuerte,  sobre todo en San Sebastián y, entre otros explotarán los hayedos de Enirio-Aralar. Miles de remos de haya se llevaron a Donosti, y se exportaron a Europa entera desde allí. Al mismo tiempo, en el XVIII el número de caseríos en los alrededores aumentó , necesitándose  madera para su construcción y sus habitantes necesitaban leña para cocinar o para calentarse a lo largo de año.

Al mismo tiempo, hasta entonces la ganadería “local” o la trasteminancia, se convirtió en medio trashumante. Así, los rebaños de la costa y de los alrededores de Enirio Aralar empezaron a pasar el verano en los montes. Los dos factores mencionados –la explotacion del bosqueso y la venida de rebaños de fuera–, sobre todo a finales del XVIII y a principios del XIX, causaron el retroceso del bosque de Enirio Aralar. A lo largo de los siglos XIX y XX la deforestación aumentó, hasta dar el aspecto que conocemos hoy en día en sus montes. La extensión de los rebaños pidió más prados y las arboledas se deliminaron y convirtieron en prados. Si hasta el siglo XVIII las cabañas de ganaderos y pastores eran  de madera, de aquí en adelante se construirán en piedra. Pero estos ganaderos, que eran cada vez numerosos, necesitaban leña también en verano y empezaron a podar las hayas.

En el siglo XVIII tres actividades pedirían la madera para construcción y fuego: las ferrerías, los astilleros y las Fábricas reales de armas, sobre todo desde que la Compañía Real de Caracas tomó a su cargo a partir de 1735. A consecuencia de esa explotación, en 1784 se podían encontrar 3 millones de árboles en Enirio Aralar : de esos un millón listo para la explotación,, medio millón jóvenes, y medio millón viejos.

En cuanto a la ganadería, el ganado de Amézqueta empezó a finales del XVII a ir hasta Azkoitia a pasar el invierno y, pese a intentar desde el siglo XVIII, en los pueblos de la costa no lo conseguirían hasta 1770. A causa de la escasez de los prados y de la extensión de los rebaños poco a poco a finales del XVIII, la Ordenanza Forrajera de 1457, que impuso el límite de alimentación “de sol al sol” fue extendiéndose, dando comienzo a la trashumancia que conocemos hoy en día. La polémica de la libertad para apacentar continuó durante el XIX y cada pueblo de Gipuzkoa adoptó una actitud diferente; eso sí, garantizado el pasto de los rebaños propios primero, los excedentes se les abría a los de fuera; lo mismo ocurrió entre los dueños de los prados de Enirio Aralar. Sin embargo, en general a lo largo del XIX, esos montes han sido en adelante los receptores de los rebaños de la costa de Gipuzkoa.

Esta presión profundizó los desencuentros entre los dueños de la cordillera de Enirio Aralar, porque algunos querían seguir la vía de la economía libre, y, en conclusión, intentaron romper la mancomunidad y estaban adjudicando a cada pueblo la extensión de los montes que les correspondía. A pesar de las dificultades la Union de Enirio Aralar ha sabido sobrevivir a lo largo del tiempo y los siglos hasta el día de hoy.

Alvaro Aragon Ruano, es profesor de la EHU-UPV. Al inicio de su carrera científica centró sus investigaciones en la historia forestal del País Vasco, fruto de las cuales son dos monografías (El bosque guipuzcoano durante la Edad Moderna: aprovechamiento, ordenamiento legal y conflictividad, Sociedad de Ciencias Aranzadi, 2001 y La ganadería guipuzcoana durante el Antiguo Régimen, UPV, 2009) y una larga serie de artículos y colaboraciones en obras colectivas. Los últimos años, además de continuar investigando en el ámbito de la historia forestal, ha ampliado el área de estudio a la historia rural (ganadería y agricultura) y a la historia comercial, concretamente al estudio del comercio desde los puertos guipuzcoanos y su alcance internacional durante el siglo XVIII.